El Tiempo del alma

domenica 24 febbraio 2013

Dr. Roberto Assagioli - El Desarrollo Transpersonal

 


La expansión de la conciencia:
conquista y exploración de los mundos internos

Actualmente, la humanidad se halla en un grave estado de crisis colectiva e individual. Existe un sentimiento generalizado de insatisfacción, de descontento por la vida ordinaria, y un continuo afán por buscar algo distinto, algo «nuevo». No os preciso insistir sobre este aspecto, ya que resulta de lo más palpable y tiene lugar constantemente ante nuestros ojos. Esta búsqueda de algo nuevo, esta rebelión contra la vida ordinaria, puede darse de dos formas que tienden y llevan ambas a !a expansión de la conciencia.
 
La primera de estas formas lleva a incrementar el conocimiento del mundo exterior, ejemplificado en la exploración, conquista y dominio del espacio por medio de la aviación y de los vuelos espaciales. Paralelamente, también se desarrollan actividades para dominar y utilizar todas las fuerzas de la naturaleza, hasta llegar a la potente energía intra-atómica.
 
La segunda vía de expansión de la conciencia es la del conocimiento del mundo interior o, mejor dicho, de los mundos interiores. De ahí el creciente interés por la psicología (sobre todo por la exploración del inconsciente), por las investigaciones sobre la naturaleza de las energías psicologías,, por las leyes que las regulan, así como por su uso y (¡frecuente!) abuso.
 
Por ello, considero oportuno clarificar algunos puntos que considero fundamentales: puntualizar la situación actual, mostrar las direcciones que toman las investigaciones y los desarrollos en curso, e indicar las vías que se pueden seguir y las técnicas a utilizar. De momento, voy a realizar una exposición panorámica y delinearé un programa. En capítulos sucesivos se desarrollarán estos temas de forma mucho más amplia y específica.
 
La expansión de la conciencia puede darse en tres direcciones:
 
1. Hacia abajo; 2. Horizontalmente; 3. Hacia lo alto.
 
1. En la dirección hacia abajo se tiende a explorar el inconsciente inferior o a dejarlo aflorar en el campo de la conciencia. Este es el objeto de la «psicología de lo profundo» y, en particular, del psicoanálisis. Efectuado adecuadamente, este descenso puede resultar muy útil, tanto por razones prácticas como terapéuticas o educativas. Pero también supone la atracción hacia las regiones inferiores: es la fascinación por el horror, la fascinación que ejercen los aspectos primitivos e instintivos de la naturaleza humana. Ello se refleja claramente por el interés y la difusión de escritos, películas y espectáculos que tratan sobre la violencia y los estados morbosos.

 Lamentablemente, puede llegar a producirse un círculo vicioso, puesto que este interés dirigido hacia lo inferior es alimentado e incluso exacerbado por aquellos que, por motivos e intereses económicos y en su propio beneficio, cultivan estos gustos y siguen ofreciendo lecturas y espectáculos cada vez peores.

La representación del horror también se halla presente en muchos de los cuadros y dibujos de los artistas modernos. Esta atracción por el mal la describió muy bien Erich Fromm en su libro El corazón del hombre. De la fascinación hacia lo «demoníaco» también nos habla Rollo May en El amor y la voluntad, aunque sin distinguir claramente sus distintos niveles.
 
2. Otra dirección hacia la que tiende a expandirse la conciencia puede denominarse horizontal, y consiste en su participación e identificación con otros seres, con la naturaleza y con las cosas. Es la tendencia a huir de la propia autoconciencia personal y a sumergirse en la conciencia colectiva. Recordemos que la conciencia colectiva ha precedido siempre a la conciencia individual. Podemos encontrarla en los seres primitivos, en los niños y también —aunque en menor grado— en varios grupos humanos: en las castas sociales, militares, profesionales, etc.. con las cuales el individuo se identifica.
Los aspectos más positivos de esta ampliación horizontal de la conciencia son: la identificación con la naturaleza en sus diversos aspectos y con la vida cósmica en general, y el sentido de participar de la vida y del devenir universal.
 
3. La tercera dirección es la dirección ascendente, hacia los niveles del superconsciente y los niveles transpersonales. Esta ampliación de la conciencia puede tener lugar de dos formas distintas: la primera consiste en elevar el centro de la conciencia, el yo, hacia esos niveles; y la segunda, en abrirla al influjo de las energías procedentes de los niveles superiores.
 
En ambos casos tiene lugar una creciente interacción entre el yo consciente y los niveles superconscientes. Su aspecto mas elevado es el contacto con el Sí Mismo transpersonal. Recordemos que el yo consciente es un «reflejo» del Sí Mismo, por lo cual es esencialmente de la misma naturaleza aunque esté algo atenuado y «coloreado» por los contenidos del nivel medio de la personalidad. Cuando con ciertos ejercicios (especialmente con los de desidentificación) se consigue eliminar estos contenidos, el yo consciente tiende a remontarse hacia su origen.
 
Las diferentes modalidades y los distintos efectos de la trascendencia, sobre todo en dirección superior, han sido muy bien expuestos por Maslow. En su artículo «Various Meanings of Transcendence» (diferentes significados de la trascendencia), publicado en el Journal of Transpersonal Psychology ¡primavera del año 1969), Maslow distingue treinta y cinco distintas formas o aspectos.
 
A menudo, las diferencias entre estas tres direcciones de expansión de la conciencia no son fácilmente reconocibles y todavía existe una gran confusión al respecto, por lo que resulta muy oportuno subrayarlas. Sin embargo, por ahora vamos a seguir hablando de la dirección hacia lo alto y de la relacióncon los niveles transpersonales y con el superconsciente, particularmente en la modalidad receptiva, es decir, cuando se produce el descenso —que a menudo es una verdadera irrupción— de los contenidos superconscientes al nivel en el que se encuentra normalmente el yo consciente.
 
Este descenso puede tener lugar de dos modos: espontáneo o provocado. La forma más conocida de descenso espontáneo es la inspiración. De este modo los contenidos superconscientes pueden entrar en la consciencia en grados muy diversos: pueden entrar en un grado bastante tosco, casi informe; o pueden hacerlo con cierta elaboración; o en otros casos tienen ya una buena estructuración, con una forma definida o casi.

 Esto es lo que a menudo ocurre con la inspiración musical. Un ejemplo típico es el de Mozart, cuyas composiciones se presentaban en su conciencia ya completas, sin que fuera precisa ninguna elaboración.

 Cuando, en vez de ello, el material llega en un estado tosco, a menudo se expresa verbalmente en un estilo extraño, que no respeta reglas sintácticas o gramaticales. Un ejemplo típico es la literatura surrealista. Pero esta literatura proviene de diversos niveles del inconsciente, incluidos los inferiores.
 
El modo más simple en el que sucede el descenso de los contenidos del superconsciente es la intuición. Esta puede ser parangonada a un relámpago de luz que ilumina momentáneamente, o durante un tiempo más o menos largo, la conciencia de vigilia. La intuición se puede dar en todos los campos, incluidos el filosófico y el científico.

Citaré una hermosa expresión de Einstein sobre la intuición: «La física inductiva plantea preguntas que la física deductiva no está en grado capaz de responder. Tan sólo la intuición, al igual que en la relación que se establece entre dos amantes, es capaz de permitir un conocimiento más allá de cualquier evaluación lógica.
 
Pero, por regla general, los grandes artistas, los grandes escritores y poetas, han utilizado el material aflorado o descendido a su conciencia y lo han elaborado conscientemente.
Un típico ejemplo es el de Dante. Este, respondiendo a Bonagiunta, decía claramente en la Divina Comedia sentirse inspirado:
Y yo a él [le contesté]: Yo soy alguien que cuando
el amor le inspira, anota lo que en su interior
va dictando, y de ese modo lo expresa.
Sus llamadas a las Musas en la Divina Comedia, son en realidad apelaciones simbólicas al superconsciente y al Sí Mismo espiritual. Pero, después, constriñó conscientemente este material inspirado proporcionándole una forma rígida: los tercetos rimados de la Divina Comedia y el número de versos de cada uno de los tres cánticos. Lo expresa con claridad al final del «Purgatorio»:
 
Si yo tuviera, lector, mayor espacio
para escribir, podría cantar en parte
sobre el dulce beber del que no puedo saciarme;
mas puesto que completas están todas las páginas
urdidas en este segundo cántico,
me impide seguir adelante el imperativo del arte.
  
Existen varios métodos para promover o favorecer activamente el descenso de los elementos transpersonales a la conciencia de vigilia.
Uno de los más sencillos, pero también de los más eficaces, es el dibujo libre. El inconsciente se expresa sobre todo mediante símbolos y el dibujo es un método directo para representar tales símbolos.

 Recordemos que las primeras escrituras eran ideográficas, por medio de imágenes concretas. (Todavía podemos encontrarlas en los ideogramas de la escritura china). El alfabeto podría ser considerado como una especie de estenografía, de simplificación de los ideogramas en letras.
El dibujo libre a menudo suele dar sorprendentes resultados, constituyendo un auténtico «mensaje» del superconsciente.

Prueba de su origen es el hecho de que no es raro que la conciencia de vigilia del dibujante no pueda comprender su significado. Es entonces necesaria la ayuda de un experto en estos procesos psicológicos para que lo interprete y se lo revele al sujeto, y normalmente éste acostumbra a reconocer tal interpretación como justa y se da cuenta de que realmente es así, aunque por sí mismo no la hubiera podido alcanzar.
 
Otro método es el de la escritura. Esto parece una cosa simple, obvia, que no presenta grandes problemas, pero es en realidad un proceso psicológico variado y complejo. A menudo suele ocurrir que se empieza escribiendo algo ya pensado de antemano; pero después, poco a poco, van apareciendo nuevas ideas al hilo de las cuales la corriente del pensamiento toma direcciones inesperadas y hace aflorar cosas que maravillan al propio escribiente.

Podría decirse que en estos casos el inconsciente «dirige la mano» del escritor y ¡empieza a escribir por sí solo! Un psicólogo y escritor muy consciente, Hermann Keyserling, describe así este hecho: «Yo, normalmente, no escribo porque sepa hacerlo, sino con el fin de aprender, elevando el conocimiento subconsciente al campo de la visión del consciente».
 
En estos casos, sin embargo, es precisa una verificación y algo de cautela. Desde este tipo de colaboración, en diversa medida, entre el consciente y el inconsciente se puede pasar a un estado de escritura «automática», en la cual el yo consciente participa sólo mínimamente o no participa en absoluto, cayendo en un estado de trance, de hipnosis, mientras la mano escribe. Esto presenta algunos inconvenientes y también verdaderos peligros: es como abrir una puerta por la que no se sabe qué va a entrar.

 Hay una gran cantidad de escritos obtenidos mediante la escritura automática, y su valor es muy diverso. Algunos poseen un valor literario, incluso hay largas novelas. Son, a veces, instrucciones elevadas de carácter espiritual, o advertencias útiles. Pero, en la mayoría de los casos, la calidad de los escritos automáticos es ínfima; se ve claramente que es el inconsciente inferior quien «dirigió la mano».
 
Aquí surge un problema: ¿Acaso el origen de estas manifestaciones no puede ser también extrapersonal, es decir, proceder de una fuente u origen ajenos a la personalidad del escritor? Este es un campo muy oscuro y complejo. Sólo diré que no se puede excluir la existencia de fuentes distintas al inconsciente personal, dado que éste también está en continua interacción ( en «psico-ósmosis», podríamos decir) con el inconsciente colectivo a todos los niveles.

 Por ello resulta muy difícil decir si se trata de algo estrictamente individual o si, por el contrario, algunos influjos provienen del inconsciente colectivo. Esto sucede, repito, a todos los niveles: desde el más bajo hasta el más alto. Por consiguiente, es necesario mostrarse muy cautelosos. En todo caso, la procedencia de los mensajes no tiene nada que ver con su valor intrínseco.
 
El otro tipo de trascendencia superior es la de la exploración activa de los niveles superconscientes, es decir, la elevación voluntaria del yo consciente a niveles cada vez más altos. Existen varios métodos para promover o favorecer estas elevaciones de la consciencia: la plegaria, la meditación y algunos ejercicios específicos. Aquí me limito simplemente a hacer esta alusión, puesto que ya hablaré más adelante sobre los distintos caminos hacia el superconsciente y el Sí Mismo espiritual.

 Tan sólo diré que para todas las formas y fases de la elevación de la conciencia se precisa la utilización de la voluntad. Es necesaria la voluntad para eliminar los obstáculos, mantener el estado de receptividad, favorecer una elevación cada vez más alta, estabilizar la conciencia a niveles superiores y, finalmente, también para liberar y canalizar las energías aprisionadas.
Entre otros ejercicios específicos, se encuentran los del Raja Yoga. Se favorece el ascenso mediante la utilización de una simbología analógica: por ejemplo, la del alpinismo interior del que ya he hablado anteriormente.

 Un método muy fácil y productivo es el de la «imaginación guiada», mediante la cual a menudo afluye un rico material simbólico que, interpretado correctamente por el que dirige el ejercicio, puede producir grandes ampliaciones de la conciencia.
Pasemos a la eliminación de los obstáculos. Estos pueden ser comparados con unas «pesas», como un lastre que obstaculiza la ascensión de la conciencia; o bien con unas «cuerdas», símbolo de las ataduras que nos vinculan a los aspectos ordinarios de la personalidad y que obstaculizan nuestro ascenso. Dichos obstáculos pueden ser de naturaleza física, emotiva, imaginativa, mental, volitiva o ambiental.
 
Particularmente importantes son los de naturaleza volitiva. Con frecuencia, el yo consciente no quiere lanzarse hacia las alturas y opone resistencia. Siente miedo hacia lo desconocido, hacia las alturas vislumbradas. El Doctor Frank Haronian, con gran acierto, describió esta resistencia como un «rehusar lo sublime», y describió sus efectos en un artículo con este mismo título.

 No es raro que ello pueda ser consecuencia del presentimiento de que algunas realizaciones espirituales son comprometedoras y suponen responsabilidades que el yo egotista y egocéntrico rehuye. De este modo, se inicia una verdadera lucha entre el yo personal y el Sí Mismo espiritual. Algunos místicos la han descrito con gran eficacia; entre ellos y de forma particularmente dramática, San Pablo y San Agustín.
 
Muy a menudo, existen también grandes obstáculos debidos al ambiente, tanto al más directo y constituido por la familia como al ambiente social y general. Estamos inmersos en una atmósfera psíquica densa y cargada, agitada y opresiva, que podríamos calificar como de verdadera polución psíquica. Pero no debemos utilizar esto como justificación.

Existe una acusada tendencia a echar todas las culpas a las estructuras sociales y a nuestra actual forma de vivir materialista, diciendo que de ellas resulta nuestra imposibilidad de realización espiritual. Pero esto no es justo. Si así lo queremos, podemos elevarnos por encima de todos estos obstáculos.

 Aquí es donde se revela claramente la función insustituible de la voluntad. No hay que echar toda la culpa sobre los influjos externos, sino que debemos resistirnos a ellos; y no combatiéndolos directamente, sino protegiéndonos y evadiéndolos.
 
Los modos de expandir la conciencia hacia lo alto son muy diversos y están relacionados con los distintos tipos psicológicos y con las diferentes constituciones individuales. Se pueden destacar siete vías principales. Debo añadir sucintamente que estas vías no están separadas, sino que en realidad a menudo se solapan en parte, por lo que un individuo puede seguir más de una al mismo tiempo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que son distintas unas de otras por lo cual en principio y para mayor claridad, procede describirlas y conocerlas por separado para pasar después a sus posibles combinaciones.
Estas son:
 
1. La Vía Científica
2. La Vía Iluminativa
3. La Vía Ético-regenerativa
4 La Vía Estética
5. La Vía Mística
6. La Vía Heroica
7. La Vía Ritual.
Examinemos ahora los efectos que producen sobre la personalidad las ampliaciones de la conciencia. Es bueno tener en cuenta que estos efectos pueden resultar dañinos, incluso en aquellos casos en que la ampliación de la conciencia se produce hacia lo alto.

De hecho, las irrupciones, algunas veces de improviso e incluso violentas, de los contenidos del inconsciente en una conciencia insuficientemente preparada o todavía inestable, pueden crear desequilibrios. Ante todo pueden producir exaltación: la personalidad se siente plena de una nueva fuerza y toma conciencia de la potencialidad superior inherente al superconsciente y al Sí Mismo espiritual.

 Darse cuenta del Sí Mismo espiritual, que participa esencialmente de la misma naturaleza que la Realidad suprema, de la divinidad, puede producir un sentimiento de exaltación de la personalidad. Esta se ilusiona entonces con ser eso mismo al nivel superior y ser ya, antes del necesario y largo proceso de transmutación y de regeneración, aquello que ha percibido y de lo que ha tomado conciencia en ese momento de iluminación.
Una expresión extrema de esta exaltación es la afirmación: «Yo soy Dios». Tal ilusión y error fundamental debe ser considerado como una confusión entre lo que es potencial y lo que es actual. Sería como si una bellota, al tener una iluminación sobre aquello en lo que puede devenir, o sea , una gran encina, dijera: «Yo soy una encina».

 Potencialmente, en su interior, posee todo lo necesario para llegar a serlo, pero actualmente no lo es y es preciso todo un largo proceso de germinación, de desarrollo y de asimilación de los elementos que provienen de la tierra, del agua, del aire y del sol. Lo mismo sucede con el ser humano que, después de haber experimentado un vivo conocimiento de aquello que puede llegar a ser, de aquello que está latente en él, debe entonces darse cuenta —al retornar, como es inevitable, al nivel de la conciencia ordinaria— de toda la larga, compleja y también penosa obra que supone pasar de lo potencial a lo actual, y ponerse manos a la obra para desarrollar dicha potencialidad.
 
Otros efectos son los de una excesiva tensión nerviosa y psíquica producida por las energías que irrumpen, y también por los conflictos que surgen entre los contenidos medios e inferiores —tanto conscientes como inconscientes— y las nuevas energías.
Pero más importantes son los efectos positivos que generalmente se derivan de las expansiones de la conciencia en dirección superior. Pueden producirse diferentes efectos temporales, y tener una duración más o menos larga.
 
Los primeros son aquellos que, en su conjunto, podemos denominar «estados extáticos»: vividas iluminaciones, comunión con la más vasta Realidad, contemplación de aquello que existe en los mundos superiores y expansiones horizontales en sentido cósmico.

Estos estados llevan aparejados un gran gozo, un sentimiento de capacidad, de amor, de unión, de acrecentada comprensión, y suscitan impulsos de abnegación y de consagración a la Realidad o al Ser superior con el que se ha entrado en contacto. Desde el punto de vista de la voluntad, tiene lugar una especie de fusión, de unificación entre la voluntad personal y la voluntad transpersonal.
Pero éstas son experiencias temporales, raramente duraderas, no tanto por el posterior descenso al nivel ordinario, sino por los estados de conciencia negativos.

 Esto resulta muy penoso y suscita una intensa añoranza del precedente estado de conciencia, tan bello y gozoso. Ello empuja a intentar repetir esas mismas experiencias, denominadas por Maslow con la oportuna y eficaz expresión de «experiencias cumbre». Pero estas experiencias son como volar en avión hasta la cima de una montaña: el avión no puede detenerse y regresa a la llanura. Sin embargo, la repetición de estos vuelos, la gradual ampliación de la conciencia de vigilia y su contacto con los contenidos superiores hacen que poco a poco vaya elevándose el nivel general de la personalidad.

 Esta consigue permanecer durante períodos cada vez más largos en aquello que un hindú moderno, el doctor Asrani, que ha pasado por experiencias similares y las ha descrito de forma admirable, ha calificado de «altiplanos», expresión posteriormente retomada y desarrollada por Maslow.
Después están los efectos que podríamos llamar activos o de extraversión, que podemos englobar bajo el término «creatividad».

 Esta puede ser artística, poética, literaria o incluso científica y filosófica, en relación con los diversos medios de expresión del ser humano.
Veamos ahora cuáles son las competencias psicosintéticas, es decir, aquello que podría y debería hacer la personalidad, el yo consciente, después de las ampliaciones y expansiones de la conciencia.
Podemos resumirlos brevemente así:
 
I. Comprender e interpretar rectamente cuanto haya sucedido, evitando así la exaltación y la «inflación» del Yo, interpretando imparcialmente eso que ha sucedido. Para hacer esto, es muy importante tomar en consideración las experiencias de los demás y estudiar la vida y los escritos de la «tropa de testimoniantes» que han realizado la expansión de la conciencia.
 
II. Asimilar e integrar en la personalidad consciente los nuevos contenidos que han venido a enriquecerla, aunque también a complicarla. Esta asimilación debe conducir a un equilibrio entre los elementos de cada naturaleza y nivel: a la psicosíntesis individual.
Para conseguir tal integración y síntesis, así como para poder utilizar las energías afloradas anteriormente mencionadas, será necesario:
1. La desintegración de las estructuras y la organización preexistentes.
2. La transmutación y transformación de las energías inferiores. Una completa regeneración de la personalidad.
III. En su conjunto, se puede calificar como de un proceso de «muerte y resurrección», que es el cometido específico de una de las vías principales: la «Ético-Regenerativa».
Después de todo ello —pero, en la práctica, también durante el proceso de asimilación y regeneración— viene el aprovechamiento y la utilización de las nuevas energías y capacidades adquiridas mediante la ampliación y la elevación de la conciencia.
Esta utilización puede hacerse de dos modos: a través de la acción interna y a través de la acción externa.
 
 
La acción interna consiste sobre todo en la irradiación. De la personalidad emanan o se irradian energías, al igual que una fuente luminosa difunde por el ambiente sus luminosos rayos. Tal irradiación sucede espontáneamente, diríamos que de modo inevitable, lo cual explica la acción que ejerce la mera presencia de alguien que haya alcanzado la realización transpersonal sobre las personas con las que contacta. Ello ha sido constatado y descrito en múltiples ocasiones y podríamos calificarlo de una forma de «catálisis psicoespiritual».
 
Pero también existe la irradiación voluntaria, la acción deliberada de emanar energía o vibraciones benéficas. Esta forma podríamos calificarla de «telepatía psicoespiritual», que consiste no tanto en enviar contenidos específicos sino, y sobre todo, en una acción general con voluntad de hacer el bien, como una bendición. Esta forma era usada —y todavía lo es— en el ámbito religioso, pero puede utilizarse de cualquier otro modo, cualesquiera que fueren las convicciones filosóficas o religiosas de cada cual. Estudios recientes sobre la telepatía y la telekinesis prestan una base científica a esta acción.
 
El otro tipo de acción es la externa. Quien ha tenido elevaciones de la conciencia en un sentido superior se siente naturalmente, diríase que irresistiblemente, impelido a hacer participes a los demás de la propia riqueza interna. Es una actividad que se puede llamar de «servicio». Este servicio se puede prestar de diversas maneras, a tenor de las actitudes e intereses individuales. La más directa consiste en ayudar a los demás a obtener la ampliación y elevación de la conciencia, lo cual puede llevarse a cabo individualmente o en grupo.
 
Otra acción posible es de carácter social y está encaminada a cambiar las condiciones y las estructuras existentes en lo que tengan de inadecuado y de constrictivo, y —sobre todo— a crear nuevas formas de asociación, de educación, de arte, de cultura. Los que así actúan son los pioneros de una nueva y mejor civilización a escala planetaria.
 
Fuente: Lo sviluppo transpersonale, Astrolabio, Roma 1988.
TRADUCCIÓN: Jorge Viñes Roig

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